Felices Fiestas (Navidad 2013)
Buenas noches.
Quiero expresaros a todos mi cordial
felicitación en esta Navidad, desearos un venturoso Año Nuevo y compartir con
vosotros mis reflexiones sobre el que estamos acabando y mis convicciones sobre
nuestro futuro en común.
España continúa sufriendo los efectos de
una crisis económica y financiera de una duración y magnitud desconocidas en la
historia reciente de la Unión Europea, con efectos muy negativos sobre las
personas, las familias y las empresas.
Quiero, por eso, empezar mis palabras con
un saludo especialmente afectuoso a aquellos a quienes con más dureza está
golpeando esta crisis: a los que no habéis podido encontrar trabajo o lo habéis
perdido durante el año que va a terminar; a los que por circunstancias diversas
no podéis disponer de una vivienda; a los jóvenes que no habéis podido encauzar
todavía vuestra vida profesional; a todos los que habéis soportado tan duros
sacrificios con coraje, y a quienes lucháis con vuestros mejores esfuerzos por
hacer realidad vuestras legítimas aspiraciones.
Saludo también a quienes estáis aportando
lo mejor de vuestra creatividad y de vuestro talento para superar las
dificultades. Pienso en particular en todos los emprendedores; en la pequeña y
mediana empresa que sostiene el tejido productivo de la Nación; en los
trabajadores autónomos; en los inmigrantes, cuya aportación hay que agradecer
sin reservas; en los servidores públicos; en quienes estáis trabajando fuera de
España.
Y pienso en vosotros, las personas mayores,
los pensionistas, que estáis siendo el soporte de muchas economías familiares.
Gracias por vuestra ayuda. Es extraordinaria la fuerza de la familia en España,
y fundamental el papel que está jugando en esta grave crisis. Gracias también a
la sociedad civil que ha demostrado una solidaridad verdaderamente ejemplar
para atender a millones de personas en graves dificultades. Gracias, en
definitiva, al conjunto de los ciudadanos por vuestro ejemplo de
responsabilidad y de civismo en tiempos ciertamente difíciles.
Permitidme dedicar un recuerdo muy especial
y emocionado a las víctimas del terrorismo, con las que la sociedad sigue
teniendo una permanente deuda de gratitud. Unas personas y unas familias que
durante décadas han sufrido cruelmente la violencia y el terror de unos
criminales totalitarios. Sé que estáis pasando momentos especialmente
difíciles.
Hoy, como antes y como siempre, quiero
compartir vuestro dolor con renovada solidaridad y expresaros todo mi apoyo.
Es indiscutible que la crisis económica que
sufre España ha provocado desaliento en los ciudadanos, y que la dificultad
para alcanzar soluciones rápidas, así como los casos de falta de ejemplaridad
en la vida pública, han afectado al prestigio de la política y de las
instituciones.
Sé que la sociedad española reclama hoy un
profundo cambio de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la
vida política, económica y social que satisfaga las exigencias imprescindibles
en una democracia. Es verdad que hay voces en nuestra sociedad que quieren una
actualización de los acuerdos de convivencia.
Estoy convencido de que todas estas
cuestiones se podrán resolver con realismo, con esfuerzo, con un funcionamiento
correcto del Estado de Derecho y con la generosidad de las fuerzas políticas y
sociales representativas.
Realismo para reconocer que la salud moral
de una sociedad se define por el nivel del comportamiento ético de cada uno de
sus ciudadanos, empezando por sus dirigentes, ya que todos somos
corresponsables del devenir colectivo.
Esfuerzo para que la economía confirme los
indicios de recuperación que se están empezando a ver y que tienen que ser
todavía más sólidos, porque no podemos aceptar como normal la angustia de los
millones de españoles que no pueden trabajar. Para mí, la crisis empezará a
resolverse cuando los parados tengan oportunidad de trabajar.
Funcionamiento del Estado de Derecho para
que la ejemplaridad presida las instituciones, para que se cumplan y hagan
cumplir la Constitución y las leyes, y para que las diferencias y las
controversias se resuelvan con arreglo a las reglas de juego democráticas
aprobadas por todos. El respeto de esas reglas es la garantía de nuestra
convivencia y la fortaleza de nuestra democracia. Esta es una verdad
incuestionable que debemos tener muy en cuenta.
Y, como siempre, generosidad para saber
ceder cuando es preciso, para comprender las razones del otro y para hacer del
diálogo el método prioritario y más eficaz de solución de los problemas
colectivos.
Mi posición me ha permitido vivir las
múltiples vicisitudes por las que ha atravesado España, a la que he dedicado mi
vida. He visto momentos malos y buenos y siempre hemos sabido los españoles
salir juntos de los malos y construir juntos los buenos.
Con esa experiencia, puedo decir que el
sistema político que nació con la Constitución de 1978 nos ha proporcionado el
período más dilatado de libertad, convivencia y prosperidad de toda nuestra
historia y de reconocimiento efectivo de la diversidad que compone nuestra
realidad. Conviene que lo tengamos bien presente, pues a menudo se pretende que
lo ignoremos o lo olvidemos cuando se proclama una supuesta decadencia de
nuestra sociedad y de nuestras instituciones.
· Reivindicar ese logro histórico no es incompatible con reconocer, como acabo de señalar, la necesidad de mejorar en muchos aspectos la calidad de nuestra democracia.
Esa crucial tarea de modernización y
regeneración no es competencia exclusiva de los responsables políticos. También
lo es de los agentes económicos y sociales y de la sociedad en su conjunto a
través de sus estructuras organizativas.
Durante muchos años, juntos hemos caminado
en la construcción de nuestra democracia, juntos hemos resuelto problemas no
más fáciles que los que hoy afrontamos, y siempre con la ambición de llegar a
un objetivo común.
Pues bien, juntos debemos seguir
construyendo nuestro futuro porque nos unen y nos deben seguir uniendo
muchísimas cosas:
Nos une el afán de asegurar un porvenir
sólido, justo y lleno de oportunidades.
Nos unen la intensidad de los afectos y
lazos históricos, las culturas que compartimos, la convivencia de nuestras
lenguas, la aceptación del diferente.
Nos une la extraordinaria riqueza de un
país diverso, de culturas y sensibilidades distintas.
Nos une la solidaridad que siempre
demostramos ante las grandes adversidades, ante las desigualdades sociales y
territoriales, ante las necesidades de nuestros vecinos.
Y nos une y nos debe seguir uniendo el sentimiento
de comunidad que recientemente expresaba el Príncipe de Asturias: España es una
gran Nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena
luchar.
La Corona promueve y alienta ese modelo de
nación. Cree en un país libre, justo y unido dentro de su diversidad. Cree en
esa España abierta en la que cabemos todos. Y cree que esa España es la que
entre todos debemos seguir construyendo.
Por ello, invito a las fuerzas políticas a
que, sin renunciar a sus ideas, superen sus diferencias para llegar a acuerdos
que a todos beneficien y que hagan posibles las reformas necesarias para
afrontar un futuro marcado por la prosperidad, la justicia y la igualdad de
oportunidades para todos.
Invito a los líderes políticos y a los
agentes sociales a que ejerzan su liderazgo y combatan el conformismo, el
desaliento y el victimismo.
Invito a la comunidad intelectual a ser
intérprete de los cambios que se están produciendo y a ser guía del nuevo mundo
que está emergiendo en el orden geopolítico, económico, social y cultural.
Invito a las instituciones públicas, los
empresarios e inversores a que apuesten decididamente por la investigación y la
innovación, para mejorar la competitividad y contribuir así a la creación de
empleo.
Y os invito a todos a recuperar la
confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades para hacer realidad
nuestros mejores anhelos como españoles.
Esta noche, al dirigiros este mensaje,
quiero transmitiros como Rey de España:
En primer lugar, mi determinación de
continuar estimulando la convivencia cívica, en el desempeño fiel del mandato y
las competencias que me atribuye el orden constitucional, de acuerdo con los
principios y valores que han impulsado nuestro progreso como sociedad.
Y, en segundo lugar, la seguridad de
que asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la
sociedad.
Finalmente, al despedirme, quiero agradecer
los generosos testimonios de aliento que he recibido a lo largo de este año,
desearos que esta Nochebuena sea una oportunidad para el reencuentro familiar y
que en 2014 se cumplan las mejores esperanzas de todos.
De nuevo, Feliz Navidad y buenas noches.
Fuente: http://www.casareal.es
Fotografía: Casa de S.M. el Rey / Borja Fotógrafos
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