POR FIN
En la redacción de “El pollo urbano”, sin lugar a dudas, damos por
concluida la peor temporada desde que la revista se publica en internet
en aquellos ya lejanos principios de 1995.
No solo hemos tenido serios
problemas con una plantilla de maquetación carísima y enferma desde el
origen y que hemos sido incapaces de poder “parchear” pese a los
denostados esfuerzos de los amigos y de una empresa aragonesa de
reconocido prestigio sino que los nuevos vientos políticos que creíamos
más objetivos con los medios de comunicación aragoneses nos han sido
completamente injustos con la sobrecarga de esfuerzo físico e
intelectual que eso conlleva. Y a ese carro renqueante aún hemos de
añadir nuevas taras: los cambios de redacción que hemos tenido que hacer
para poder adecuarnos a la nueva situación económica general y a la
nuestra en particular y los tiempos perdidos en correos, reuniones y
zarandajas para llegar siempre al camino del olvido.
Pero el Pollo nació como revista de
trinchera y ese marchamo no lo perderemos nunca. No van a poder con
nosotros aunque, eso sí, tengamos que acudir a las vías legales cuando
ellos emplean argucias propias de gánsteres. Ahí estriba la diferencia.
Por eso “El pollo urbano” no ha temido nunca poner los pies en los
juzgados y, además, siempre que los hemos puestos no ha sido a
iniciativa pollera y, además, hemos salido a hombros. Esperamos pues
que nuestra entrañable amiga Merceditas no se vaya al Caichaforrum antes
de que le notifiquen que ha de dar explicaciones de su soberbio
proceder. Al otro amigo periodista, le queda más tiempo: no le va a
contratar ninguna Caixa, de momento.
Pasado el rubicón del “extra verano”, volveremos en Octubre con una
nueva y experimentada plantilla de maquetación que seguro nos hará coger
nuevas fuerzas y redoblar el número de lectores porque, a la vista de
lo que hay, cada día el Pollo se hace más necesario. Y no nos vamos a
arredrar. El señor Alonso, por ejemplo, mintió acerca de sus dietas. Y
en este número la revista remata la presentación las pruebas que, por
cierto, no son opiniones o juegos de espadachines de salón municipal.
Y para que nuestros lectores hagan
boca, comenzamos una suculenta y larga serie acerca de los pingües
beneficios políticos y económicos que el señor de las graveras y
concejal omnipotente, Jeromín, obtuvo con sus actuaciones no muy lejanas
en el tiempo y que nadie se ha atrevido a publicar.
No es mala manera de darnos ánimos y
confiar, como siempre, en nuestros lectores y colaboradores que son los
que realmente hacen posible que sigamos en la brecha ¡Feliz verano a
todos!
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