Por
José Ramón Marcuello Calvín
Reproduzco la página 4 de este
autor en libro: Mitos, leyendas y tradiciones del Ebro, Realizado para la
Confederación Hidrográfica del Ebro (1996)
En
un intento de enlazar algunas de estas conjeturas de origen bíblico
con los primeros
testimonios documentales de las fuentes clásicas,
otros autores han creído de buena fe que el nombre primitivo del río sería el de
Bero o Baro, del que tomarían a su
vez su nombre los berones, pueblo prerromano que se asentó en las riberas de la actual comunidad de La Rioja.
En los primeros autores
grecolatinos -Herodoro, Apollodoro, Polibio, Estrabón, Ptolomeo, Appiano, Dion Cassio- aparece citado
como Iber o Ibero, mientras en las fuentes decididamente latinas
aparece ya citado como Hiberus (Catón, Mela, Plinio, César, Silo Itálico, etc.):.
En una fuente latina
tardía, pero que bebe en un
rotero de los griegos de Marsella fechado
hacia el año 550 antes de Cristo -se
trata de Avieno, autor del famoso poema Ora Marítima-,
aparece
citado como Oleum Flumen, hidronimo que haría
referencia al habitual tráfico de embarcaciones cargadas de aceite por el río. Esta misma referencia al río del aceite o de los aceitunos
la encontraremos, siglos después,
en algunas fuentes árabes, aunque casi siempre relacionada con el Cinca, no con e! Ebro.
No faltan teorías que apuntan hacia un origen indoeuropeo del hidronimo como sinónimo
de "río" e, incluso, procedente del vasco ibai ("corriente
de agua"). Otros autores lo
emparentan con el griego iberis, especie de berro muy abundante en las zonas pantanosas, o con el fenicio ibrim o
eberim, interpretado como sinónimo de "término" o "extreme"2.
Sea
como fuere, el hecho de ser navegable desde tiempos muy remotos y el río más
caudaloso de la Península permite concluir que,
pese a la existencia
de otros Iber en otras latitudes, cuando las fuentes grecolatinas hablan del Iber o del Hiberus se están refirier.de. en
propiedad, al actualmente conocido como el
Ebro (y que las fuentes árabes, por simple homo-fonía,
citan siempre como wadi Ibro).
Al margen del origen
concreto del hidrónlmc,
le que parece seguro es que, siguiendo una
tradición fuertemente arraigada entre
los pueblos prerromanos
que habitaban sus riberas, el Ebro -cerne t odas las corrientes de agua, fuentes, etc., por otra parte- fue, durante
siglos, objeto de culto y veneración
por parte de dichos pueblos. Este culto -que se enriquecerá,
probablemente,
con la devoción romana por los númenes
y ninfas que poblaban ríos y fuentes- debió de permanecer muy arraigado hasta bien entrada la
Edad Media, a juzgar por la expresa y reiterada prohibición de estas prácticas hechas
por numerosos obispos, sínodos y concilles2.
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