Rey de España. Conde de Barcelona ...
Buenas
noches,
En
esta Nochebuena,
como cada año, quiero reflexionar
con vosotros sobre lo que nos preocupa y también sobre nuestras
esperanzas.
En
concreto, me gustaría referirme a
tres asuntos: la crisis económica, la fortaleza de España como nación europea e
iberoamericana y la necesidad de reivindicar la política como
instrumento necesario para unir las fuerzas de todos y acometer la salida de la
crisis y los retos que tenemos por delante.
No
creo exagerar si digo que vivimos uno
de los momentos más difíciles de la reciente historia de España.
La grave crisis económica que
atravesamos desde hace unos años ha alcanzado una intensidad, una amplitud y
una persistencia en el tiempo que nadie imaginaba. Los ciudadanos sufren hoy su
rigor, que está poniendo en entredicho el bienestar de no pocas familias.
Pienso en tantas personas de todas las edades, pero muy especialmente en muchos
jóvenes, que
se levantan cada día con sensación de inseguridad y desánimo por la difícil
situación de sus economías, la falta de trabajo y las inciertas perspectivas de
futuro.
No
podemos ignorar que existe
pesimismo, y que sus efectos se dejan sentir en la calidad del clima social que vivimos.
Está además generando un desapego
hacia las instituciones y hacia la función política que a todos
nos preocupa.
Frente
a este pesimismo, como frente al conformismo, cabe encontrar nuevos modos y
formas de hacer algunas cosas que reclaman una puesta al día.
La
realidad actual es compleja y no siempre fácil de entender ni de solucionar en
el corto plazo. Austeridad y
crecimiento deben ser compatibles. Las renuncias de hoy han de
garantizar el bienestar de mañana, en un plazo razonable de tiempo, de manera
que se asegure la protección de los derechos sociales que son seña de identidad
de nuestra sociedad desarrollada.
Para
que nuestra economía vuelva a crecer tenemos que poner orden en nuestras
cuentas y, a la vez, generar
estímulos para la creación de riqueza. Hay estímulos que son
creados por medidas de política económica o fiscal, o por políticas de fomento
de la innovación o el emprendimiento, pero el primer estímulo que nos sacará de
esta crisis se llama confianza.
A
lo largo de los treinta y
siete años de mi reinado hemos pasado por varias coyunturas
económicas realmente complicadas que los que tenemos ya algunos años recordamos
bien. Quizá no fueron tan difíciles como ésta pero en cualquier caso fueron muy
complicadas. Y sin embargo supimos salir de ellas con éxito y hacer que nuestra
economía creciera y que nuestro bienestar mejorara. Y lo logramos por muchas
razones pero en primer lugar porque teníamos confianza en un proyecto
compartido por todos y en nuestras posibilidades de salir adelante.
Hoy
como entonces, podremos superar las dificultades actuales con la generosidad, el
talento y la creatividad de nuestros hombres y mujeres y con la fortaleza de
nuestro sistema productivo si tenemos confianza en nosotros mismos y si somos
capaces de generarla también en las instancias y en los mercados
internacionales.
España
es parte de la solución a la crisis global y debe ser protagonista en la toma de
decisiones en los grandes foros internacionales. Iberoamérica es parte
fundamental de nosotros, como también nosotros lo somos de ella. Lo mismo
acontece con Europa.
Con la Unión Europea tenemos que seguir trabajando para superar las visiones
puramente nacionales y reforzar las bases de solidaridad con las que entre
todos hemos avanzado en el proceso de integración. Hemos de garantizar que nada
de lo conseguido juntos, ni los derechos individuales y sociales, ni el
bienestar económico, ni el proceso de construcción política y económica puedan
verse amenazados.
Pero
no todo es economía.
Por muy evidente que sea, no
es malo repetirlo: no todo es economía. No ignoro que la política no vive hoy sus
mejores horas en la
percepción de los ciudadanos. Por esta razón yo quisiera esta
noche reivindicar la política
porque su papel es fundamental en la salida de la crisis.
Quiero
reivindicar la política grande, esa que para destacar su dignidad y valor
solemos llamar la política con mayúsculas.
La
que, desde el gobierno o desde la oposición, fija su atención en el interés
general y en el bienestar de los ciudadanos.
La
que, lejos de provocar el enfrentamiento
y desde el respeto a la diversidad, integra lo común para sumar
fuerzas, no para dividirlas.
La
que sabe renunciar a una porción de lo suyo para ganar algo mayor y mejor para
todos.
La
que busca el entendimiento y
el acuerdo para
encauzar y resolver los grandes y fundamentales desafíos colectivos.
La
que se cimenta en el espíritu de servicio y se acomoda a los principios de la ética personal y social.
La
que, en fin, es capaz de sacrificar la satisfacción del corto plazo, a menudo
efímero, para ensanchar el horizonte de sus ambiciones.
Esa
fue la política grande que supo inaugurar una nueva y brillante etapa
integradora en nuestra historia reciente y es la única que tiene la capacidad
de reafirmar la confianza en nuestra gran nación, abrir nuevas puertas a la
esperanza y materializar ese anhelo de superación que está reclamando nuestra
sociedad.
Para
conseguirlo, es necesario promover valores
como el respeto mutuo y la lealtad recíproca. Son valores que
hace más de tres décadas contribuyeron a poner en pie un nuevo marco de
convivencia, el reconocimiento de nuestra pluralidad y el amparo de las diferentes lenguas, culturas e
instituciones de España. Es hora de que todos miremos hacia
adelante y hagamos lo posible
por cerrar las heridas abiertas. Será nuevamente un éxito de
todos, ciudadanos e instituciones, basado en el respeto a las leyes y a los
cauces democráticos.
La
Corona es muy
consciente del esfuerzo y el sacrificio que los ciudadanos están llevando a
cabo con entereza. Ningún esfuerzo en la vida es baldío y tampoco lo serán los
que se están haciendo ahora. En este contexto, quiero resaltar la actitud
abnegada y leal de las familias y la solidaridad de muchas organizaciones
asistenciales que, con su ayuda, tanto están contribuyendo a la estabilidad
social. También, el
sacrificio de todos los españoles que dejan ahora nuestro país
para conseguir mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Su
experiencia y preparación constituirán a su regreso un importantísimo efecto
dinamizador de nuestra economía.
La
Navidad simboliza el triunfo de
la generosidad sobre el egoísmo. Generosidad, solidaridad y
compromiso son valores que todos debemos reconocer, conservar y promover
siempre y en estos tiempos más que nunca.
Feliz
Navidad para todos y buenas noches.
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